Martin Heidegger abordó la pregunta por el sentido de ser, es decir de todo aquello que determina a los seres como tales, en su libro «Ser y tiempo». En su texto, el filósofo alemán se preguntó por la capacidad humana de encontrar sentido a todo lo que existe.
Cuando se preguntó por el ser, él reconoció que esa consulta ya había sido formuladas por gran parte, por no decir todas, las generaciones de pensadores que lo antecedieron en el mundo occidental.
Pero, a la vez, consideró que se lo había hecho de modo erróneo, pues de manera constante se había deliberado sobre el ser como si fuera algo que está delante y como una presencia inmutable.
Por lo tanto, para Heidegger la filosofía occidental había reflexionado sobre el ser a partir de un determinado modo temporal: el presente. Y, a partir de esto, había enmarcado la pregunta sobre el sentido del ser dentro del ámbito temporal sin cuestionarse siquiera si esto es posible.
Esta forma de plantear la pregunta por el ser descartaba la experiencia de la vida de todo ser humano, vida que no es un mero presente, sino que es una experiencia factico-histórica. La existencia humana es un continuo proyectarse hacia el futuro desde un pasado, un continuo hacer planes e intentar cumplirlos.
Sobre esta base, Heidegger consideró respecto a pensar al ser como un ente presente: «En efecto, el ‘ser’ no puede ser concebido como un ente; enti non additur aliqua natura: no se puede determinar el ‘ser’ atribuyéndole una entidad…».
Y a partir de esto, Heidegger comenzó distinguiendo entre ser y ente. Para él, el ser es lo que determina al ente en cuanto ente, lo que hace que un ente sea. En cambio, el ente significa la cosa, algo que es.
Por este motivo, todo ente presupone siempre al ser, porque no puede ser pensado como un ente sin más, como una cosa o un objeto no determinado. En otras palabras, todo ente siempre es en un horizonte desde el cual toda realidad, todo ente, es siempre visto.
El ser resulta, visto de esta manera, la idea no captada conceptualmente que la metafísica supone, pero no tematiza. El ser es una idea indefinida de la que no tenemos en principio ningún contenido que la precise, pero que está actuando desde el momento en que hay entes, desde el momento en que hay cosas que son.
El ser humano como ente privilegiado para estudiar el ser
El ser humano es para Heidegger el Dasein [ser-ahí]. Es el único ente que tiene acceso al ser, el único ente que ve su vida afectada por el ser. Entonces lo que se debe hacer para intentar alcanzar un conocimiento lo más claro y preciso del ser es analizar ese rasgo diferencial del ser humano o ser-ahí con respecto al resto de entes.
El objetivo que marcó Heidegger es el de distinguir entre lo existentivo u óntico» del ser humano. ¿Qué nivel prima sobre el otro? Heidegger respondió: «El Dasein tiene, por consiguiente, en varios sentidos, una primacía sobre todo otro ente».
¿Qué es un ser-ahí y qué es el Dasein? Primeramente, y ante todo, para el filósofo alemán el Dasein es estar proyectado sobre el mundo, es decir, el ser humano no tiene primero una relación cognoscitiva con el mundo, de sujeto a objeto. El Dasein no es el sujeto, sino un ente existencial, un ente que se encuentra en estado de arrojo.
En este sentido, cuando Heidegger consideró que el estado básico del ser del Dasein es estar-en-el-mundo no quiere decir que ocupa una posición espacial en medio de un conjunto de otros entes, sino que habita un entorno que le es familiar.
Como consecuencia, el Dasein experimenta su mundo no como una mera colección de objetos, sino como una totalidad organizada y familiar de relaciones significativas entre diversas metas, actividades y entes.
El Dasein no lleva a cabo su funcionamiento como un robot. El robot, al entrar en una casa, percibiría tan solo un conjunto de objetos, su posición sería meramente teórica. El Dasein, en cambio, percibe una casa, un hogar.
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