La soledad silba como el viento en el horizonte negro de La Payunia. Con el cuerpo atontado después de horas sobre caminos de ripio, recorremos esta reserva del sur de Mendoza, en el departamento de Malargüe.
Pero además de encontrar las imágenes que aparecen en Google, los pies se llenan de tierra volcánica, la piel pide que la protejan del sol, los sombreros se vuelan y los paisajes son experiencias envolventes.
¿Por qué vinimos a La Payunia? Porque es un Área Natural Protegida (ANP) con 665.682 hectáreas creada con el fin de conservar la biodiversidad y, realmente, tiene características únicas.
Con más de 800 conos volcánicos, constituye una de las regiones de mayor densidad y diversidad de volcanes del planeta, al punto que se está avanzando en su candidatura para declararla Patrimonio Mundial Natural por la Unesco.
Al mismo tiempo, en La Payunia ocurre la migración de guanacos más numerosa y extensa del mundo, un proceso migratorio que se ve amenazado por la presencia de alambrados, la conversión de ambientes para la ganadería y la caza furtiva.
“Hace unos 20 años venimos trabajando en el área. Empezamos desde una perspectiva de investigación aplicada, que tiene que ver con conocer y confirmar que aquí se da la migración de guanacos más importante. Y también trabajamos en el monitoreo de las poblaciones de cóndores y colaboramos con la provincia en la actualización del plan de gestión, incluso con la compra de algunos terrenos privados que son estratégicos para la conservación de muchos elementos de la fauna nativa”, explica a Clarín Martín Funes, Gerente de Áreas Protegidas de Wildlife Conservation Society (WCS) Argentina.
Precisamente, el gobierno de Mendoza y WCS, con apoyo de la Fundación Wyss, firmaron en 2021 un convenio de cooperación para incrementar la superficie de tierras públicas destinadas a la conservación a perpetuidad de La Payunia.
¿Cómo trabaja WCS? Es una organización creada en 1895 con el objetivo de “proteger la vida y los paisajes silvestres” y hoy está presente en más de 50 países. WCS Argentina trabaja desde la década de 1960 para conservar ambientes y especies silvestres: “Junto a gobiernos, científicos, organizaciones de la sociedad civil, sector privado y comunidades locales generamos soluciones efectivas, innovadoras y basadas en ciencia, para proteger la vida silvestre, promoviendo la coexistencia de las comunidades con la naturaleza”, precisan.
Un día entre volcanes
La jornada de excursión a La Payunia comienza a las 7.30 en una 4×4. Enseguida cruzamos el río Malargüe -que es de deshielo-, a las 8 ya estamos sin señal y a las 8.10 nos encontramos a todo ritmo en pleno camino de ripio.
Vamos entre volcanes, a los saltos y con ruido, por lo que hablamos fuerte y observamos los escoriales de lava. Es decir, los flujos de lava petrificados que se forman cuando se enfría.
Entonces surge la pregunta más inquietante: por casualidad, ¿alguno de los 800 volcanes está activo? “Técnicamente sí” es la respuesta que nadie quiere escuchar, hasta que llega la aclaración: “Pero hace 6 o 7 mil años que no pasa nada”. Seguimos viaje.
En estos extensos campos de roca fundida o lava y materiales fragmentados -cenizas, lapillis y bombas-, que tanto deslumbran a los visitantes, se organizan paseos y trekkings. La actividad volcánica que dio forma al paisaje actual se produjo a finales del Período Terciario y este es uno de los sitios de mayor densidad volcánica del mundo, con un promedio de 10,6 volcanes cada 100 km².
Un cartel anuncia “Circuito de Volcanes” y vemos el Payún Matrú, de 3.750 metros: es el más importante de la región, con una caldera volcánica de 9 km de diámetro, producto de una fuerte explosión y su posterior colapso. Cerca, el Payún Liso contiene en su cráter un planchón de hielo en invierno y una laguna en primavera.
Seguramente, el lugar más icónico es Pampas Negras, al sudoeste del volcán Santa María, que es bastante más pequeño que los anteriores y se destaca por haber emitido una de las mayores coladas del área que alcanza 17 km de longitud.
Las coladas -mantos de lava fluida lanzada durante las erupciones- se extienden a lo largo de varios kilómetros y les imprimen aires post apocalípticos al destino. Como su nombre lo anuncia, un manto oscuro de material eyectado por el volcán (de tamaño pequeño y color muy oscuro, se llama lapillis) cubre toda la superficie de Pampas Negras, mientras que el Campo de Bombas es una zona colmada de formaciones circulares de material piroclástico o burbujas de roca fundida desprendidas en su momento por el volcán y que, al enfriarse, adquirieron forma de bola.
Para realizar el recorrido completo por el Circuito de Volcanes hay que entrar con un guía habilitado para evitar perderse en este paisaje negro donde, de pronto, se divisan una gran herradura (¿será buen augurio?) y la increíble formación Los Colores, con tonalidades rojizas y ocres superpuestas en la aridez.
Entre las excursiones que se ofrecen en la ciudad de Malargüe (allí se suele hacer base para conocer esta parte de Mendoza) se destacan este Circuito de los Volcanes, el trekking al Malacara, la visita a la Laguna de Llancanelo con sus flamencos rosados, la Caverna de las Brujas y la caminata al volcán Morado.
“¡Cuidado con el viento!”, advierte un letrero en el puesto de guardaparques, que exhibe una docena de gorras recolectadas en el volcán Morado. Esta colección arranca una sonrisa en los visitantes, que recorren con la mirada las herramientas de los pueblos originarios, las láminas explicativas de la actividad volcánica y las descripciones detalladas de la flora y fauna del lugar (incluyendo víboras venenosas y arañas).
La gran migración de guanacos
La Payunia se distingue por sus más de 800 conos volcánicos, pero también por sus coloridas planicies habitadas por una diversidad de especies vegetales y animales autóctonas, como el choique (un ave que recuerda al ñandú), el puma, el gato andino, la mara, el piche patagónico, el zorro colorado, el guanaco y el cóndor andino.
En busca del registro de especies y consolidando el turismo de naturaleza, avanzamos hacia el Valle del Zaino para observar las condoreras con binoculares: se llegan a ver grupos de cóndores de hasta 25 individuos, entre muchas otras especies.
En los ambientes áridos y semi áridos de la estepa y del monte en el departamento de Malargüe, lo más significativo es que la protección de la región favorece el desplazamiento que los guanacos realizan anualmente entre las áreas de invernada y de veranada, donde se producen muchos nacimientos.
Cada año, grandes tropillas de guanacos recorren hasta 150 km buscando alimento a distintas alturas en el sur de Mendoza. En ese sentido, el ANP La Payunia -fruto de la colaboración científica, comunitaria y gubernamental- protege a la migración única a nivel mundial.
“Los grandes herbívoros migratorios están en problemas en todos los continentes: las barreras como alambrados y caminos, los cazadores furtivos, y la conversión o degradación de hábitats por agricultura, extracción de hidrocarburos y minerales, y la ganadería no sustentable amenazan esas migraciones”, coinciden en WCS Argentina, que trabajan junto al gobierno provincial, el apoyo del Ministerio de Energía y Ambiente de Mendoza, el EMETUR y la Fundación Wyss.
El guanaco es un camélido icónico de los pastizales del sur y oeste de Sudamérica. Al ser una especie migratoria, el uso estacional de su hábitat permite el descanso y regeneración de la vegetación y el suelo: “Los pastizales saludables almacenan abundante carbono y agua en los suelos, contribuyendo a la adaptación y mitigación del cambio climático. Las amenazas a las migraciones de los guanacos ponen en peligro no solamente sus poblaciones, sino también la integridad de sus ecosistemas”.
Por eso, WCS Argentina trabaja desde 2004 en el ANP investigando sus desplazamientos y reduciendo amenazas para su conservación. A través de diversos estudios se han documentado entre 25 y 40 mil guanacos, con el mayor recorrido descrito hasta el momento por la especie: hasta 75 km lineales (ida y otro tanto de vuelta) entre las áreas de verano e invierno.
A nivel internacional apoyan la iniciativa #GuanacoConecta, que promueve estrategias de conservación transfronterizas, y la reciente incorporación del guanaco a la Convención de Especies Migratorias de la ONU. Además, este año lograron la declaración del 23 de agosto como el Día Internacional del Guanaco.
Con respecto a los productores, los guanacos coexisten con los seres humanos y la ganadería caprina y ovina en La Payunia, y la protección de la especie implica la colaboración de los ganaderos.
En conjunto con el Conicet, la organización ayuda a los productores a implementar prácticas de esquila de guanacos en silvestría, proporcionándoles información sobre estándares de bienestar animal y apoyando la certificación y comercialización de la fibra de guanaco. Además, trabajan para recuperar la conectividad entre los guanacos de La Payunia y del ANP Auca Mahuida en Neuquén, que había sido devastada por la caza furtiva, principalmente a través de caminos de exploración petrolera.
Al mismo tiempo, WCS está colaborando con el gobierno mendocino para promover el turismo de bajo impacto y mitigar la caza furtiva, fortaleciendo la vigilancia por los guardaparques a través de la capacitación y viajes de intercambio a otras unidades de conservación.
Entre 2013 y 2019 se sumaron 42 mil hectáreas al dominio público para el uso y reproducción de los guanacos durante el verano. Y en 2024 se están sumando otras 40 mil hectáreas al dominio público, abarcando una parte significativa del área de uso invernal de la especie.
María José “Maco” Bolgeri, Gerente del Proyecto de Ganadería Regenerativa de WCS Argentina, tiene experiencia en el trabajo y el fomento de técnicas disuasivas de carnívoros -por ejemplo, pumas- para evitar la depredación del ganado.
Una de ellas es la crianza de perros protectores, así como la instalación de luces y las mejoras de corrales de encierre nocturno. Así se apunta a la recuperación de pasturas y la disminución de las pérdidas de ganado, mitigando la cacería y beneficiando a los herbívoros, carnívoros, carroñeros nativos y a los productores.
“Acompañamos a 80 productores a incorporar medidas regenerativas, de coexistencia con la biodiversidad y mitigación del cambio climático, beneficiando 400 mil hectáreas de pastizales patagónicos. La mitad aumentó 15% sus ingresos gracias a la venta de fibras certificadas de ganado ovino y caprino«.
En base al potencial natural, científico y turístico de la zona, Mendoza trabaja para potenciar su nivel de conservación, que implicaría recategorizar parte de las tierras de dominio público (actualmente, Monumento Natural y Santuario de Flora y Fauna) como Parque Provincial, comprendiendo áreas no afectadas por la actividad humana.
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