En marzo de 1993 fue la última vez que se escuchó una locomotora en la Quebrada de Humahuaca. En aquel momento, los pasajeros eran en su mayoría coyas y otros habitantes de pueblos originarios que se establecieron sobre uno de los accidentes geográficos más extraordinarios del mundo.
Hubo que esperar 30 años para que un tren vuelva a recorrer el valle andino, puerta de entrada del altiplano sudamericano.
En este julio olímpico que se va, cuatro vagones volvieron a flanquear sobre rieles el arcoíris montañoso, a casi 2.500 metros de altura. El recorrido arranca en Volcán, a media hora de San Salvador. Desde la capital de Jujuy hay combis para llegar a estación cabecera del tren. Cuestan $2.000 pesos por persona.
El sistema tiene nombre de rap: hop on hop off. Como el servicio turístico de ómnibus de la Ciudad de Buenos Aires y de muchos otros lugares del mundo, se pueden recorrer cuatro ciudades de la Quebrada con un solo boleto. Es decir, subirse y bajarse en todas las paradas, las veces que guste.
El pasaje cuesta $ 10.000 para los jujeños y $40.000 para el resto de argentinos. Los extranjeros, $60.000. Jubilados $25.000 y menores $30.000.
Hay varias frecuencias, con un tiempo estimado de entre dos y tres horas entre los trenes. El primer servicio arranca a las 9 y el último a las 21. Son dos duplas, con dos vagones cada una. No tienen locomotora ya que andan a propulsión eléctrica, pero no como el Roca, San Martín o Sarmiento. El tren de Jujuy funciona gracias la batería de Litio, metal blando, de un maravilloso color blanco que lo pierde casi instantáneamente cuando entra en contacto con el aire. Se oxida.
El tema del marketing del litio en la puna no es un capricho. O sí, por su espectacular proyección económica. El límite, como en muchos otros productos naturales, es la responsabilidad con el medio ambiente. La extracción del mineral es destructivo y exige grandes cantidades de agua, unos dos millones de litros por tonelada de litio. Jujuy integra el triángulo mundial del litio, con Bolivia y Chile. En la extensa cadena montañosa se encuentran los yacimientos más grandes de la tierra.
Las baterías de litio, como las seis que hay en los techos estos vagones, se usan para una infinidad de productos: teléfonos celulares, computadoras y autos eléctricos. De ahí que Elon Musk, el intrépido dueño de los coches eléctricos, satélites de Internet y cohetes que descienden y aterrizan parados, puso sus ojos para explorar el costoso mineral en el norte argentino.
«Las baterías de litio permiten que la energía solar pueda ser absorbida mucho más rápido que las tradicionales baterías hechas de plomo», le explicó a la BBC, Marcos Actis, decano de Ingeniería de la Universidad de La Plata, una de las instituciones encargadas de crear la primera planta de baterías de litio de el país.
Volviendo al tren y partiendo de Volcán, hay otras tres paradas: Tumbaya, Purmamarca y Maimará. A partir del 16 de agosto, le suman lo que hace ya varios años se convirtió en la joyita de la Quebrada: la atiborrada Tilcara. Aunque para este despistado cronista hay lugares bastante más deslumbrantes.
El tren solar recibe su nombre por la manera en que se cargan las batería. Los equipos de recargado aparentan heladeras gigantes, con largos cables que se enchufan a los vagones. En 40 minutos están repletas de energía, lo que ofrece a las formaciones una autonomía de 120 kilómetros.
.»Tenemos estaciones terminales con energía solar para alimentar a las baterías. Son parques solares. Nuestro objetivo es brindar un servicio cómodo, entretenido y asequible, respetando y cuidando la naturaleza», le explica a Clarín, Juan Cabrera, encargado del servicio que dependen el Gobierno provincial.
El recorrido es de 35 kilómetros, a una velocidad de 50 km/h. El viaje de punta a punta, es decir, de Volcán hasta Purmamarca, dura una hora y media. En cada estación hay guías y servicios de transporte para poder recorrer las localidades. Algunas de las paradas están a pocos metros de la plaza principal, como Maimará. En Purmamarca, en cambió, la estación queda a tres kilómetros.
Los vagones tienen techo de vidrio y en varios tramos van casi pegados a la ladera de los cerros. En una segunda etapa, se proyecta estirar el servicio hasta la Quiaca, en el límite con la ciudad de Villazón, Bolivia.
En estas dos semanas de vacaciones de invierno hubo 2.800 pasajeros. «La capacidad llegó al 70%. Fue un muy buen comienzo. Vamos a seguir creciendo y desarrollando este nuevo concepto para conocer o redescubrir este lugar maravilloso», se entusiasma Cabrera.
El 70% de los que se subieron al tren viven afuera de Jujuy, la mayoría de AMBA, Córdoba y Santa Fé. También muchos extranjeros. «Nos sorprendió con alegría que el 30% hayan sido jujeños», resalta Cabrera.
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