El cambio climático o “calentamiento de la atmósfera” ha hecho proliferar las olas de calor, las sequías, las heladas y las inundaciones; al mismo tiempo, como directa consecuencia, ha reducido las cosechas y disminuido todos los rendimientos prácticamente sin excepción, con el consiguiente aumento sistemático del precio de los alimentos.
En el caso del maíz, se espera que limite los rendimientos entre un 15% y un 20% en los próximos 30 años, en tanto que la soja ofrecería una cifra de -4% en ese periodo, que alcanzaría a -7% en el trigo. Por eso, el precio del maíz ha aumentado 17% este año y el azúcar 9%, y lo mismo ha sucedido con los otros commodities agrícolas así como los productos proteínicos animales: la carne de cerdo se ha elevado 21% en los últimos 24 meses.
El año pasado fue el periodo de más elevada temperatura desde que se llevan registros, pero todo indica que en 2024 se superaría. En la India, el país más poblado del planeta con 1.500 millones de habitantes, la temperatura superaría los 50°C en toda la zona norte del subcontinente, incluyendo Nueva Delhi, la capital, y esto prácticamente impediría las labores agrícolas en la región.
En Europa el precio de los alimentos se estima que crecería más del 30% en 2035; y lo mismo ocurriría en un porcentaje todavía mayor, en el África Subsahariana.
Lo notable de esta situación es que este aumento de la inflación alimentaria tiende a convertirse en un fenómeno permanente, con un impacto directo de la capacidad de consumo de las poblaciones.
Este es un proceso que tiende a incrementarse cada año en la última década, lo que significa que en la era preindustrial las olas de calor ocurrían una vez cada siglo y ahora se las espera cada seis años.
El Banco Central Europeo (BCE) sostiene que la mayor parte de los commodities agrícolas experimentan incrementos estables de la productividad cuando la temperatura promedio oscila entre 20°C y 30°C, pero cuando el nivel promedio supera los 27.8ºC los rendimientos tienden a caer verticalmente; y el resultado es, por necesidad, un alza sistemática de precios como consecuencia de la nueva relación que surge entre oferta y demanda.
Se trata de un proceso generalizado, y al mismo tiempo profundamente heterogéneo, que se manifiesta, por ejemplo, con la aparición de la producción de soja en la frontera con Canadá, mientras que la vitivinicultura de la Argentina se despliega crecientemente en los valles patagónicos, incluso en la provincia de Santa Cruz.
Hay que agregar que ocurre hoy algo semejante en Gran Bretaña, y también en los Estados de Montana y Wyoming ubicados en el gélido nordeste norteamericano.
En síntesis, el cambio climático está modificando la forma de producir alimentos en el mundo; y esto sucede de una vez para siempre. Todo el sistema agroalimentario mundial está cambiando en sus raíces.
América del Sur en su conjunto, y por lo tanto de manera especialmente relevante Argentina, se enfrenta en este momento a este fenómeno del aumento de la inflación alimentaria por efecto del cambió climático. Esto se debe a que su temperatura promedio tiende ya a superar los 30 grados centígrados en los periodos más cálidos del año productivo, que es el punto de inflexión de esta nueva época de la producción agroalimentaria desatada por el “calentamiento de la atmósfera”.
Conviene advertir que en los países en desarrollo el gasto en alimentos ocupa un porcentaje de 50% o más en los ingresos de la población, lo que implica que el incremento de la inflación alimentaria que sufre el mundo entero en esta etapa histórica golpea con especial fuerza a sus pobladores más vulnerables.
El gasto en alimentos en Estados Unidos es solo de entre el 10% y el 15% de los ingresos de los consumidores actualmente, pero la población tiende a incorporar la inflación alimentaria a su concepto de inflación mensual; y esto se convierte en una percepción del alza del costo de vida para los estadounidenses de todos los sectores sociales, sobre todo los “más pobres” –que son unos 18 millones-, de los cuales dos tercios son integrantes de la comunidad afroamericana.
El hecho fundamental que hay que retener es que el aumento del precio de los alimentos provocado por el cambio climático se ha convertido en un fenómeno permanente, verdaderamente secular; y esto implica que hay que pensar de nuevo el fenómeno de la inflación alimentaria que es el de toda la agricultura contemporánea.
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